Altares cotidianos: la importancia de crear espacios sagrados

Siempre me han gustado los altares y las ofrendas. Me han enseñado que todo lo que hacemos en la vida es sagrado: una acción, un detalle, incluso una tarea cotidiana puede convertirse en un regalo hacia el universo, hacia lo divino o, simplemente, hacia nosotros mismos. También me han recordado que lo sagrado no está lejos: está en lo que elegimos cuidar y poner frente a nuestros ojos.

La vida está llena de pendientes infinitos, metas que cumplir, relaciones que nutrir… y todo eso nos toma tiempo, dinero, desveladas y energía. A veces, la vorágine pesa, y cuando eso sucede, es normal olvidar que, detrás de lo más tedioso, siempre hay una razón. Por ejemplo, te desvelas por levantar el emprendimiento de tus sueños, vas a ese trabajo que no amas porque es lo que te da el dinero para consentir a tu familia. Crear un espacio sagrado en casa es traer esa razón al centro de nuestra atención, darle un lugar visible y tangible.

Por eso adopté la práctica de convertir mis espacios en altares, en mis propios espacios sagrados. Con esto no necesariamente me refiero a habitaciones con velas, cristales y esculturitas espirituales dignas de Pinterest, sino a espacios con objetos que funcionan como anclas de lo que quiero para mí. Un espacio sagrado, para mí, cumple con dos objetivos muy claros:

  1. Recordarte lo que importa en la vida. Cada objeto que eliges colocar es un símbolo de lo que deseas mantener presente.

  2. Crear el ambiente adecuado para accionar. Cuando entras a ese rincón, tu mente reconoce que ahí toca enfocarse, bajar el ruido y abrir espacio a lo que de verdad suma.

Si logras esto, hagas lo que hagas —escribir, meditar, leer, descansar, agradecer— se convierte en un gesto intencional, como llevar la ofrenda de tu altar a la vida.

Cómo crear tu espacio sagrado paso a paso

No necesitas mucho. Basta con un rincón y con intención:

  • Elige un lugar: tu espacio sagrado necesita un punto focal, un altar. ¿Qué tan grande? Tú decides. Depende del espacio que quieras y puedas destinar. Yo, por ejemplo, tengo un altar principal que es todo un escritorio en mi comedor, pero tengo uno mini en mi buró, una pared en mi estudio y hasta una libreta en la que hice mi propio altar con plumas y colores. Un altar puede ser una composición especial de joyería, un vision board. El mundo entero es tu lienzo.

  • Coloca objetos significativos: No necesitas sacar tus conocimientos místicos y llenarte de inciensos, cuarzos… a menos que esa sea tu onda (es totalmente la mía). Los objetos pueden ser tan bonitos o tan equis como tú quieras pero deben representar la inspiración detrás de lo que haces. Por ejemplo, mi altar de oficina tiene la planeación de mis proyectos en curso, pero también imágenes que me recuerdan lo que quiero lograr o cómo me voy a consentir cuando me paguen. También tiene una vela aromática que solo enciendo cuando voy a trabajar. Así, el aroma automáticamente me pone en mood de trabajo y concentración.

  • Manténlo claro y simple: Al construir un altar, es súper tentador recurrir a inspiración digna de revista de interiorismo o a catálogos enteros de piedras, plantas, deidades para atraer lo que estés pidiendo. Mi consejo es: no lo hagas. Empieza con algo pequeño, en lo que cada objeto signifique algo para ti. No se trata de acumular cosas, sino de dar fuerza a lo esencial.

  • Usa el espacio con frecuencia: Puedes tener el altar más hermoso del mundo, pero si no interactúas con él, eventualmente tu intención va a pasar desapercibida. Hazte el hábito de convivir con él de alguna manera. Préndele una veladora, pon tu lista de metas o de pendientes y refréscala todos los días. Agradece al terminar el día. Redecora según la temporada del año. Ofrenda alguna flor bonita que te encuentres en tu camino. Así, mantienes el flujo de energía, convives de una manera tangible con tus intenciones y, automáticamente, el tiempo en tu espacio sagrado se convierte en una ofrenda.

Con el tiempo, tu espacio sagrado se convierte en una señal clara para tu mente: “aquí me enfoco en mí, en lo que importa”.

No necesitas grandes cambios ni inversiones. Solo la decisión de regalarte un espacio propio. Un espacio sagrado no es un lujo: es una herramienta poderosa para mantenerte enfocada, con claridad y con calma, en medio del ruido del día a día.

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